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El Empirismo y David Hume

sábado, 13 de marzo de 2010

 

El empirismo es una corriente filosófica que se desarrolla en las islas británicas a principios del siglo XVIII que considera que la experiencia es la base de todo conocimiento cierto.

Coincide con el racionalismo continental en que ambas filosofías se concentran en la conciencia, en la subjetividad, sólo analizando el contenido de la conciencia se puede encontrar la certeza de los conocimientos; en que la razón no aporta nada al conocimiento, es una facultad para distinguir lo falso; y en la rigurosidad en la aplicación del método. (Experimental, en el caso del empirismo).

Se diferencia, por el contrario, del racionalismo en que, en el empirismo, el criterio de certeza no está en la idea clara y distinta, abstracta y universal, que descubre la razón, sino en la experiencia de lo claro, particular y concreto. El empirismo, además, adopta una actitud escéptica acerca del origen de la experiencia. El empirismo dará lugar a una actitud anti metafísica, incapaz incluso hasta de justificar los postulados de la ciencia.

El empirismo define la experiencia como el conjunto de conocimientos que aparecen en la conciencia con las características de lo claro, concreto, presente y actual, siendo la experiencia un hecho subjetivo. Las impresiones y las percepciones son estados de la conciencia, pero eso no supone que sean el reflejo de una realidad exterior a la propia conciencia. Las principales caracteristicas de la filosofía de Hume son su escepticismo, su fenomenismo, y su psicologismo.

Hume niega la existencia de ideas innatas. Todo lo que en la conciencia hay de conocimiento seguro procede de la experiencia y se relaciona con la experiencia. A los contenidos de la conciencia Hume los llama Percepciones. Éstas se dividen en Impresiones (conocimientos sensibles, vivos e inmediatos) e Ideas (reproducciones pálidas de las impresiones generadas por la conciencia). Tanto las impresiones como las ideas pueden ser simples o compuestas (p. ej. Rojo, papel rojo). La aparición de las ideas en la conciencia se produce por asociación de impresiones, sometida a las leyes de semejanza, contigüidad espacio-temporal y causalidad. Las ideas pueden estar también en la conciencia gracias a la memoria y la imaginación.

En la filosofía de Hume, se distinguen dos tipos de juicios: de relaciones entre ideas, y juicios de hechos.

El criterio que la razón aplica para establecer la certeza de los juicios de hechos es que “todos los elementos (ideas) del juicio tengan asociados una impresión concreta de la experiencia”. Por esa razón, los juicios que se basan en las categorías de sustancia o de causalidad, no son ciertos, ya que ninguna de esas categorías lleva asociada una impresión de la experiencia. (p. ej. “Todos los gatos tienen pelo” no es un juicio válido, porque recurre a la categoría de sustancia al generalizar).

La relación de causalidad es una inferencia que se establece entre dos hechos vinculados de forma necesaria. En un juicio de inferencia causal, en consecuencia de lo dicho por Hume, no se puede encontrar una impresión asociada a la vinculación necesaria entre los elementos, puesto que es la imaginación la que establece la conexión, apoyada en la memoria de que siempre han aparecido al mismo tiempo los elementos en los casos observados. La causalidad se reduce a contigüidad.

En cuanto a los objetos de la metafísica, el mundo se ve reducido a una sucesión de fenómenos que al estar en la conciencia son psíquicos (fenomenismo, psicologismo). El Yo, por tanto, es la afirmación de un sujeto permanente e idéntico de donde proceden todos los actos psíquicos, que solo es fruto de la costumbre y de la asociación de la memoria. Que Dios sea explicación última de todos los fenómenos psíquicos y físicos queda igualmente reducido a pura imaginación.

En cuanto a la ética, Hume se plantea la certeza de los juicios morales y el objetivo de lo bueno. Para ello hace un análisis de los contenidos de la conciencia.

Existen según Hume dos tipos de formulaciones morales: Los imperativos morales y los juicios morales.


A.B.L.

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